Tema 2. Los pilares del cuerpo. Conociendo mi cuerpo.

Estas diferentes conversaciones permiten predisponernos a la acción desde diferentes corporalidades y, de esta forma, lograr los resultados que nos proponemos por medio de nuestro cuerpo.

Históricamente, en nuestra cultura occidental hemos privilegiado el mundo de la mente. A través de la razón, hemos podido analizar y explicar todos los fenómenos posibles para conocer el ser humano y, tanto las emociones, como lo que nos pasa por el cuerpo, lo hemos dejado de lado y si se quiere, olvidado.

El cuerpo es uno más de estos fenómenos, quizás bastante postergado, ya que recién en el siglo pasado aparece un interés por investigar más seriamente aspectos de la corporalidad humana, obteniéndose grandes avances desde la salud, la estética, la sexualidad, el rendimiento deportivo y lo artístico; pero siempre de una manera bastante analítica, es decir, haciendo una separación ficticia de la mente y todo lo demás. Bajo esta mirada, el ser humano nos aparece de nuevo como un ente fijo e inmutable, con pocas posibilidades de aprender “dado quien es”. Por ejemplo, es frecuente escuchar, “yo no bailo, esas son cosas de jóvenes” “no me hagas subir los brazos en esa foto, porque no me gusta” etcétera.

Afirmamos que se puede ampliar el observador cambiando la corporalidad y ampliando el espectro de nuestros movimientos. De ahí que, cambiando nuestra postura, cambian nuestras emociones, nuestras creencias y por ende, nuestra forma de ver la vida.

La Ontología del Movimiento nos desafía a aprender a observar nuestro cuerpo; la coherencia que existe entre lo que decimos y nuestra corporalidad. No es lo mismo si digo que me encanta lo que hago con una corporalidad de desagrado, que si lo digo con un cuerpo erguido, apasionado; no es lo mismo si cuando converso con una persona estoy mirando hacia el piso o, si la estoy mirando a los ojos.

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